sábado, 18 de julio de 2009

DE LAS LETRAS A LA ACCION, A FAVOR DE LA VIDA, EL OLVIDO DE LA MUERTE




Es probable que la literatura de calidad se haya olvidado de la muerte.

Desde que la calidad de vida arrasó con el derecho a la vida, imperó la exigencia más o menos inmediata de acabar con la vida de poca calidad (enfermo terminal, sufriente, crónico, discapacitado, neonato no deseado, razas cuya existencia resulta inconveniente, etc...) y la imaginación de los promotores de la cultura de la muerte ha resultado inagotable.

La muerte de algunas personas está resultando una cuestión de seguridad demográfica y presupuestaria. Hay que convencer a la gente de que si no reúne la calidad de vida requerida por el poder de turno debe aceptar la muerte, y que con ello está acabando con su sufrimiento y con el de su familia, deja de ser una carga para la sociedad, etc...

La muerte aparece a menudo en las películas donde se muestra la desgracia y la miseria de los enfermos y discapacitados, y de las enormes cargas que representan para sus familias y la sociedad.

El objetivo estratégico es lograr la aceptación del suicidio asistido/eutanasia para que la gente ahorre problemas y gastos.

A nadie preocupa el sufrimiento, ni trabajar más para mejorar la medicina paliativa y hacerla accesible a todos los que la necesitan. Sólo se proponen métodos para acabar con el enfermo: la muerte, asistida o no, pero el fin. Muerte digna, muerte dulce, etc...

Hay debates televisivos en los que siempre aparece algún pariente satisfecho porque dió el sí para la inyección final, diciendo que: no lo podía ver sufrir así, y que cumplía con el deseo del difunto.

Puedo agregar que es tanta la falta de aprecio y respeto por la vida, que se habla más de cómo provocar una muerte, que de cómo mejorar una vida.

Y si nos referimos al infanticidio o eutanasia de recién nacidos, allí la muerte de neonatos discapacitados o enfermos, o productos de abortos fallidos, provoca sencillamente náuseas.


Baste con examinar los casos Baby Doe y Baby Jane Doe: bebés discapacitados que fueron abandonados médicamente hasta morir, tras sufrir una terrible agonía de inanición y sed, con el aval de la sociedad norteamericana.


El caso Edelin, en 1973, donde Kenneth Edelin de Boston practicó un aborto a una niña de diecisiete años, que estaba embarazada de veinticuatro semanas. El aborto salino falló, por lo que se le practicó un aborto cesáreo al día siguiente. Separó la placenta, interrumpiendo la oxigenación de la sangre del bebé y sostuvo al niño dentro del útero de su madre por tres minutos, mientras miraba el reloj. Satisfecho de que el bebé estuviera finalmente muerto, lo removió y dispuso de él.

El infanticida Benjamin Waddill, practicó un aborto salino a una chica de diecinueve años en marzo de 1977 en el California's Westminster Community Hospital, en el tercer trimestre de embarazo. Su bebé estaba saludable, pero ella quería abortarlo. Le hizo un aborto salino y se fue del hospital. Más tade, la enfermera lo llamó y le dijo que había nacido un bebé viable a pesar del aborto. Waddill la instruyó de que no hiciera nada por ese bebé. Volvió a la nursery y ordenó desalojar el área, y con sus propias manos, trató de ahogar al bebé en cuatro oportunidades, empujando hacia abajo su tráquea con el dedo pulgar.

El Dr. Leonard Laufe de West Penn Hospital en Pittsburgh, practicó en 1985 un aborto a una mujer con treinta y dos semanas de embarazo. El bebé nació vivo, comenzó a llorar y a patear. El médico impidió que se lo ayudase y ordenó inyectar morfina al niño.

Hasta la definición de muerte se ha deslizado por una pendiente resbaladiza. A todos nos resultaba claro en qué momento alguien estaba muerto. Ahora no es así, depende de la legislación vigente en el lugar del infortunio. Los avances en la tecnología de soporte de la vida y de transplantes, tiene mucha proteína para ofrecer, en forma de órganos y partes del cuerpo. Una especie de neocanibalísmo.

También se propone que las personas adultas comatosas (neomuertos) se apilen en repositorios especiales como bioemporios para cosechar todo lo que se pueda de ellas: sangre, médula espinal, cartílagos, piel, hormonas, antitoxinas, anticuerpos, etc.

El neomuerto sería una nueva categoría de vivo, pero no tan vivo.

En definitiva, tal vez no haga tanta falta escribir sobre la muerte, porque están a la vista, las miles de formas en que se pone fin a una vida humana.

Se convive con la muerte, a través de la práctica médica y científica visible u oculta, y a través de los medios de comunicación global, que nos muestran cómo miles y miles abandonan esta tierra a raíz de catástrofes naturales (por supuesto abundantes en estos tiempos), guerras o simplemente por egoísmo e intolerancia.

Tal vez cuando se deja el camino de las letras, se pasa a la acción, y de allí no hay retorno...


[1] MATOZZO, Liliana Angela, De las letras a la acción, a afavor de la vida, el olvido de la muerte. Publicado en: -Hispanidad" Periódico electrónico editado en España 3-NOV-1999 y en -Escuela_Virtual_Para_Padres@nalejandria.com [EVPP] Nro. 179 09-NOV-1999: owner-evpp@nalejandria.com.-
Dra. Liliana Angela Matozzo

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