domingo, 19 de julio de 2009

RAMON SAMPEDRO (ESPAÑA-ENERO-1998)




YO TAMBIEN AYUDE A MATAR A SAMPEDRO

Edición : Alex Daniel Barril y Michelle Cordovero Fuente: Diario El País de España/ Diario La Tercera de Chile.

"...el derecho de nacer parte de una verdad: el deseo de placer. El derecho de morir parte de otra verdad: el deseo de no sufrir. La razón ética pone el bien o el mal en cada uno de los actos. Un hijo concebido contra la voluntad de la mujer es un crimen. Una muerte contra la voluntad de la persona también. Pero un hijo deseado y concebido por amor es, obviamente, un bien. Una muerte deseada para liberarse de un dolor irremediable, también. Ninguna libertad puede estar construida sobre una tiranía. Ninguna justicia, sobre injusticia o dolor. Ningún bien positivo, sobre un sufrimiento injusto..."
Ramón Sampedro En España un hombre tetrapléjico desde hace 30 años, llevaba más de 25 exigiendo a la justicia su derecho a poner fin a su vida con la eutanasia. El 12 de enero de 1998 murió y a los pocos días se descubrió, ante la conmoción de todo el país, que había fallecido tras un suicidio asistido con cianuro.
Sampedro llegó a la Comisión de Derechos Humanos para pedir que se escuchara su petición. Pero en España, así como en la gran mayoría de países del mundo, la eutanasia no es legal. Sólo en el norte de Australia, una ley federal permitió poner fin a la vida de los enfermos terminales, pero esta ley fue derogada a los seis meses de aprobada.
El caso de Ramón Sampedro abrió nuevamente el debate sobre un tema tan polémico. Hoy la justicia española está buscando a los amigos que lo ayudaron a realizar su deseo. En España, decenas de personas han iniciado una campaña por autoinculparse afirmando: Yo también ayude a matar a Sampedro, en abierta compasión por la lucha incansable de este hombre por alcanzar la muerte.
El Plan...
Repartió 11 llaves entre sus amigos. Y a cada cual le encomendó una tarea: uno compró el cianuro; otro lo analizó; el siguiente calculó la proporción de la mezcla; una cuarta persona lo traslado de lugar; el quinto lo recogió; el sexto preparó el brebaje; el séptimo lo introdujo en un vaso; el octavo colocó la pajita para que Ramón, imposibilitado del cuello para abajo, pudiera beberlo; el noveno lo puso a su alcance. Una décima mano amiga recogió la carta de despedida que garabateó con la boca. Y otra, tal vez la más importante, se encargó del último deseo de aquel hombre que quería morir: grabar en vídeo el acto íntimo de su muerte.
De esta manera abandonó el tetrapléjico Ramón Sampedro el mundo de los vivos el pasado 12 de enero, después de tres décadas de lucha incansable por el reconocimiento legal de la eutanasia. Pocos días después, los forenses encontraron restos de cianuro en su cadáver. La noticia saltó a los medios. Los 11 amigos sonrieron. Ramona Maneiro, Moncha, también. El hombre al que había amado en los últimos dos años descansaba en paz.
Ramón y Moncha se conocieron un día de mayo de 1996 a través de una amiga común. El nada sabía de esa morena que la visitaba un tanto nerviosa. Hace tiempo que quería conocerte, le dijo ella. Moncha lo vio en televisión el día que él cumplía 50 años de vida y 25 de exigencia del derecho a morir con dignidad, desde 1968, cuando un accidente le quebró la séptima vértebra y quedó postrado para siempre.
Lo condenaron a vivir...
Acudió a la justicia. Pidió a los juzgados de Barcelona y La Coruña que le permitieran rechazar las sondas con las que se alimentaba, o que los médicos pudieran recetarle fármacos sin incurrir en un delito de ayuda al suicidio, castigado con penas de entre dos y cinco años de cárcel. Estos dos tribunales de primera instancia denegaron su petición; después recurrió, también sin éxito, ante las audiencias de Barcelona y La Coruña. La negativa del Tribunal constitucional a admitir uno de sus recursos de amparo lo condenaron a vivir.
A partir de ese momento fue consciente de que su muerte sólo podría ser clandestina, y que quienes le ayudaran a morir serían perseguidos por la justicia. Así que trazó un plan minucioso para protegerlos.
¿Con quién podía contar? Era el primer paso. Yo pienso que un amigo, si es amigo, no me impondrá nunca sus convicciones por encima de las mías, porque entonces no habría respeto y amistad, sino dominación, escribió Ramón en el libro Cartas desde el Infierno. Encontró 11 de estos amigos.
El segundo acto del plan ¿con qué puedo morir? tardó poco en resolverlo. Eligió el cianuro, un veneno relativamente fácil de adquirir, ya que está presente en plaguicidas, y que proporciona una muerte sin sobresaltos. El tercer y último paso consistía sólo en fijar la fecha. Ramón Sampedro quería que la Navidad de 1997 fuera la última. En ese momento comenzó la cuenta atrás.
Se alejó de su familia, en parte porque uno de sus parientes se oponía a que Ramón abandonará este mundo por voluntad propia, y en parte también para no implicar a otros familiares que sí mostraron disposición a ayudarle. Así que un día de noviembre la ambulancia inició un viaje sin regreso desde Porto do Son, su aldea natal, hasta Boiro, 25 kilómetros al sur, también en la provincia de La Coruña. Allí se instaló en un departamento alquilado.
Repartió las llaves y confió a cada amigo una parte del trabajo. Pocos días antes de morir se hizo con una cámara de vídeo para asegurarse de que sus últimos momentos serían filmados. En esta película que la policía y un juez buscan Sampedro pregona a los cuatro vientos que está cumpliendo su voluntad, que es plenamente consciente de sus actos, que desea la muerte desde hace 29 años y que nadie debe ser culpado por ella.
Él sonríe a la cámara, mira con ojos tranquilos hacia el objetivo en el instante en que acerca sus labios al vaso mortal y anuncia que no quiere compasión ni llantos, puesto que se está cumpliendo su deseo, el deseo de un ser humano lúcido, consciente y adulto.
Ha dejado pocos cabos sueltos. Ninguno de los actos de los 11 amigos que participaron en su muerte puede considerarse un delito en sí mismo. Sólo la persona que grabó la muerte cuenta con jurisprudencia precedente a su favor (evitar el delito de coacciones) y en su contra (omisión del deber de socorro). Pero nadie en este círculo supo que hizo el otro, ni cuándo, ni cómo. Ni siquiera Ramona.
El Vídeo...
Ahora Ramona está inculpada de una posible cooperación necesaria al suicidio. La jueza, Salomé Martínez, cree que pudo ser la última persona que vio a Sampedro con vida. Ramona abandonó el departamento de Boiro al anochecer del domingo 11 de enero. A las 23: 45 horas abrió la puerta a su hija, que regresaba de la discoteca, en su casa de La Ribeiriña.
A la mañana siguiente, su hermana Lupe encontró en Boiro el cuerpo sin vida de Ramón. En el testamento que el tetrapléjico dirigió a los jueces éste menciona el vídeo que recogió sus horas finales.
La policía judicial de la Guardia Civil española pensó en la persona más próxima al fallecido, y por eso registraron la casa de Ramona. No encontraron nada. Los guardias pasaron horas mirando a velocidad rápida el montón de cintas de los hijos de Ramona: actuaciones musicales, películas de Walt Disney, los documentales de naturaleza que tanto gustaban a Ramón...hasta que dieron con una película que ella guardaba en su habitación y sobre cuyo lomo había escrito Navidades del 97. La requisaron y se llevaron a Ramona detenida. Ese vídeo, según ella, sólo muestra escenas familiares y amigos celebrando la Nochebuena.
Ahora está en libertad sin cargos, aunque bajo la obligación de acudir al juzgado el primer día de cada mes. Su mayor preocupación sigue siendo su familia. La muerte de Ramón no la vistió de luto, ni le ha borrado la sonrisa. Ella dice que es feliz porque siente a Ramón junto a ella. Pero de pronto se pone seria y dice: yo siempre he soñado con Ramón en cama, en silla de ruedas, con muletas, o llevándole en brazos. Sin embargo, la noche siguiente a su muerte lo soñe caminando, con brazos y piernas. ¿No es curioso?...

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