sábado, 18 de julio de 2009

PALABRAS DE LA AUTORA

Quiero compartir con uds. algunos temas bioéticos, que hacen a la vida diaria de todos, pero que, pasan desapercibidos, hasta que sus consecuencias nos arrastran como un huracán.

Me preocupa, es el de “El fin de la vida”, con especial énfasis en las prácticas de eutanasia y suicidio asistido, que están siendo promovidas por los líderes de la “cultura de la muerte”, bajo el críptico lema del “derecho de morir con dignidad”, o “de opción sobre el propio cuerpo”.


A medida que analizo el tema de la eutanasia e indago en la historia de esta ancestral práctica,crece en mí la certeza de que se trata de otra forma más de homicidio, producto del lado más oscuro del poder, el "del fuerte sobre el más débil e indefenso".


Sus mentores, pretenden desviar la atención hacia un eventual acto de piedad hacia el enfermo terminal, el discapacitado severo, el moribundo, el respeto a la autonomía del paciente o a evitar el “ensañamiento terapéutico”, pero en definitiva, siempre la eutanasia aparece, como un homicidio disimulado, clandestino, impune, como una forma salvaje de acabar con la vida del prójimo.


¿Por qué no me refiero “al final de la vida”? Para mí, la vida no tiene un final biológico. Todo lo que nos han dejado quienes nos precedieron en la partida, aún sigue presente en nuestras vidas físicas.


Por otro lado, la historia de la humanidad, se ha caracterizado por la eterna búsqueda del “fin de la vida”, del “¿para qué?” de la vida, del “¿por qué?” de la vida.


Esa búsqueda no cesará nunca y es otro de los tantos misterios que no nos serán revelados.


Nada más contrario al concepto de vida, que intentar ponerle un final biológico.


Tratar esta temática, exige contribuir a generar conciencia y sensibilidad sobre la “discapacidad mental y física”, además de reflexionar sobre conceptos como "enfermedad", "salud", "calidad de vida", “respeto al lugar del prójimo” y a sus “derechos humanos fundamentales”.-

Nada más necesario, que estar advertidos de la barbarie y del genocidio silencioso, que incesantemente se producen en los lechos de los enfermos y discapacitados, en los laboratorios de fertilización asistida y en los vientres maternos. Porque no hay mayor expresión de barbarie que el intento de legitimar como “un derecho de opción”, el “poner fin” a cualquier vida humana, nacida, o naciente.

El aborto y la eutanasia son las caras de una misma moneda, la de la falta de amor del ser humano, la de la falta de respeto al prójimo, la de aquella milenaria expresión de la convivencia, acuñada bajo el lema de “la ley de mando y obediencia”: “Yo mando, yo decido quién debe nacer, quién debe vivir y quién debe morir”.

El concepto de dignidad humana, el sentido de la vida, de la libertad, y qué entendemos por persona, afectan el sentido de la muerte biológica. Aceptar o no la eutanasia, presupone asumir, un peculiar concepto del hombre y de su destino.

En el campo del Derecho, la eutanasia supone la supresión intencional de una vida y es un delito.

No hay dudas: la eutanasia es inaceptable.


Intentaré brindar algunas ideas sobre el significado de la eutanasia y del suicidio asistido, su historia, las creencias que los envuelven, el significado y objetivo del debate actual sobre el tema, su vinculación con las políticas del Nuevo Orden y de la Globalización, tratando de hacer hincapié en la afirmación de que de ninguna manera, la eutanasia puede entrar en los cálculos conscientes del que va a morir.

Como siempre, esta obra está inspirada en mis tres hermosos hijos, los que son biológica y espiritualmente, únicos e irrepetibles, y a quienes intento dejar mi más importante herencia: LA DEFENSA INCONDICIONAL DE LA VIDA.
Dra. Liliana Angela Matozzo

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