sábado, 18 de julio de 2009

¿DEBEMOS MATAR A LOS MORIBUNDOS?



Fuente: Yo Influyo Autor: Dr. Brian Pollard (catholic.net, 06.ago.2007)


La eutanasia se propone por tres razones: • el alivio al sufrimiento, • el respeto a la autonomía personal y • el derecho a morir. Analicemos cada una de ellas.
1. El alivio al sufrimiento Permitir a los doctores la eutanasia por un inadecuado tratamiento de dolor o por estar sufriendo debido a razones sociales no sería ético. La visión de que la vida de otra persona ha perdido valor siempre dependerá de los valores personales del observador. No hay criterios objetivos en los cuales cada observador pudiera formarse esa misma visión en las circunstancias que se le presenten. Además, el dolor es parte de la vida humana; se ha de atenuar pero es imposible que se dé una vida humana sin sufrimiento.
2. El respeto a la autonomía personal La autonomía se entiende comúnmente como un derecho de la persona para ser respetada en sus preferencias en materias que afectan su propio bienestar. Pero de hecho nadie tiene derecho a que se respete cualquier cosa que haya elegido. De ser así. Tu deseo de matarme tendría la misma fuerza que mi deseo de matarte, si es eso lo que mi satisfacción me exige. La genuina autonomía comprende no sólo un derecho para elegir sino la responsabilidad de elegir dentro de ciertos límites. Ninguna ley que permita la eutanasia estará a salvo del riesgo de que las vidas de los que no querían morir sean puestas en peligro. El derecho a la integridad de su vida habría sido infringido.
3. El “derecho” a morir, ¿es un derecho reconocido internacionalmente? El derecho a morir no aparece en ninguna declaración de derechos humanos naturales ni en ningún documento de ética. Aparece como una afirmación sin argumento. El derecho a morir puede considerarse inválido al no haber sido demostrado. Los derechos genuinos no son creados por el hecho de afirmarlos. La Asociación Médica Internacional, la reguladora internacional en ética médica, publicó una declaración sobre el suicidio asistido en 1992, dice: “El suicidio asistido por un médico, como lo es la eutanasia, no es ético y debe ser condenado por la profesión médica”.
La eutanasia no es mala porque es ilegal, sino que es ilegal porque es mala. La legalización de la eutanasia cambiaría para siempre los conceptos fundamentales sobre los que nuestras leyes están basadas. En el derecho penal, el principio de igualdad sería no solamente alterado sino abrogado por la ley de la eutanasia, donde un grupo de personas inocentes se define exento de la protección general que se ofrece a las demás. En este contexto, una persona inocente es aquella que no supone amenaza para otros. Desde que se legalizó la eutanasia en Holanda en 2000, se ha ido aplicando a pacientes que no pueden decidir por sí mismos.
El nuevo paso ha sido extenderla a recién nacidos que sufren por enfermedades graves. El llamado “protocolo de Groningen”, propuesto por pediatras de ese hospital universitario, quiere establecer las bases legales para esos casos. Aunque legalmente son los padres los autorizados para decidir, a menudo se aplica la eutanasia neonatal sin su consentimiento o contra su opinión. Se abre la puerta un paso y no se sabe adónde se va a llegar.
Los que recomiendan la eutanasia, lo hacen en nombre de la compasión. En esto son indudablemente sinceros, pero están mal orientados. El término compasión se deriva del latín y significa “sufrir con”, y en el contexto de los moribundos, se traduce andar el resto del viaje de la vida al lado de ellos, buscando su consuelo en cada etapa.
Matarlos es una forma de abandono, precisamente porque se encuentra que el viaje es demasiado fuerte y difícil para los demás. ¿Legalización de la eutanasia?
Si matar a un paciente que está sufriendo y que lo ha solicitado es proporcionar un beneficio auténtico, sería lógico que algunos médicos piensen que no dar ese beneficio a pacientes con sufrimientos similares, es discriminatorio, simplemente porque no pudieron solicitarlo.
Si la ley actual no ha evitado que extiendan su práctica hasta ese grado, por qué suponer que respetarían una ley nueva, sobre todo si hay pocas probabilidades de darse cuenta al tratarse de prácticas privadas. Incluso Harold Shipman, el médico inglés que pudo haber matado a centenares de pacientes, no fue descubierto sino hasta que verdaderamente se excedió.
El Comité de la Casa de los Lores (House of Lords Committee) dijo que la ley de la eutanasia “ocasionaría más, y más graves problemas que los que busca resolver”, debido a que el abuso sería fácil de ocultar. Un periodista inglés escribió: “O la vida es siempre y en cualquier circunstancia sagrada, o intrínsecamente no cuenta para nada: es inconcebible que en algunos casos debe ser lo primero y en otros esto último” (Malcolm Muggeridge).

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